viernes, 22 de febrero de 2013

Almas Gemelas



Te vi aquel día y entendí lo mucho que teníamos en común, me contabas tu actuación en las ciencias, premios que galardonaban tu vida, viajes y tu esposa con siete hijos, todas esas “simples” cuestiones y algo más era lo que necesitaba una mujer con una vida tan monótona pero milagrosa como la mía: hacía milagros para llegar a fin de mes.
Le contaba a mis amigas, lo magnífico y sexy que eras, cómo habías cambiado mi vida desde que te conocí y mi constante deseo de saber de vos.
Esa tarde, fui de compras…habíamos quedado en vernos y me quería sentir como Hera, como Cleopatra, como la Venus de Milo, como la Mona Lisa….no esa no….
Pero se complicó aquella tarde de compras, nada me gustaba, nada se ajustaba a lo que quería lucir ante tus ojos, que al fin te dieras cuenta de la “loba” que había dentro de mí, de la exquisita mujer que habías conocido, mezcla de mujer salvaje y de una estricta intelectual….siempre quise ser una mujer sensual con dotes artísticos, esta vez tenía que lograrlo…después de tantos años de no encontrar alguien afín a mis características, no podía dejarte escapar, no había forma de que lo hicieras, eras mío y tenías que entenderlo…
Después que había terminado de arreglarme y me había dado el último revoque con maquillaje, el perfume importado con notas blancas para parecer más juvenil pero con esencias eróticas de Malasia, brillos, polvo y parafina, chimichurri, incienso y fijador laca para que dure toda la noche….(debía preverlo todo), en ese preciso momento me llamaste….Pensé que eras por demás caballero, que lo hacías con la intención de avisarme que venías, pero sobrepasaste mi expectativas, fuiste por demás atento ya que te tomaste la molestia de avisarme y extrañamente no pasarías a buscarme. En fin… imaginé tu día extenso de reuniones que habían complicado tu actividad…
Me saqué cuidadosamente las medias de red que me había comprado, la pollera ajustada de cuero elastizado y la camisola de diseños búlgaros negros y plateados…quise estar fina y discreta para estar a tu lado, el salvajismo lo llevaba dentro y pronto lo reconocerías. Luego de sacarme las botas plateadas con plataformas de corcho, me quité el maquillaje, me duché ducha y por fin fui a dormir y a soñar contigo, eras perfecto, el hombre que siempre soñé...
Estuvimos cinco meses sin vernos, pero siempre me llamabas para avisarme que no podías acudir al encuentro, tu atención cada vez me obnubilaba más, eras tan viril y tan masculino, no podía pedir más.

Cierto día se me ocurrió pasar a buscarte, esta vez había ido a una asesora de imagen que me había diseñado un nuevo look: un traje pantalón de franela gris, una despeinada cola de caballo y anteojos de Cereza Calandria. Para esta ocasión, usé un perfume de jazmines, tacos de aguja una cartera Chantel.
Iba con un número considerable de bolsas en las que había puesto mi ropa y la idea era que el encuentro tenía que ser casual…Y en mi tarde de shopping , ops! te veo, a una cuadra de distancia, a la salida de las oficinas de tu empresa. Había olvidado mis anteojos para ver de lejos y la idea en realidad era no usarlos…venías caminando en mi dirección…divino…de traje gris, más delgado, con un tono bronceado en la piel, con esa mirada profunda y sensual me miraste y me dijiste casi taladrando mi alma: “¿Lucía que haces por acá?”
Entre temblores y sonrojos te expliqué que había ido de shopping y que casualmente pasaba por allí, te di un abrazo cordial y te dije lo feliz que me hacía verte, me dijiste lo mismo en un tono muy sincero y muy tuyo. Sin embargo, no llegamos a hablar mucho cuando de repente una pelirroja despampanante de 25 años escasos se te acerca y te dice: “es tu mamá?”
Como siempre y en forma muy distinguida me presentaste a tu Lucía…¡se llamaba como yo….sabía que las almas gemelas existen…!








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Salvatore Donadío